9 de enero de 2011

Manabu el elefante


Nakagawa, un joven monje budista, se queja de no poder mantener la mente en reposo. Su mente es inquieta, como un potro...
"O como un elefante salvaje", dice el viejo maestro.
Nakagawa, al ver brillar los ojos del maestro, adivina que va a contarle una historia, y se sienta a sus pies.
Manabu era un elefante salvaje que capturaron a la edad de 3 años. Cuerpo grisáceo, cuernos largos y blancos, orejas grandes, un majestuoso ejemplar al que su amo, un comerciante de elefantes amaestrados, esperaba vender a buen precio al shogun. Sujetaron a Manabu a una estaca, al cabo de una cuerda muy sólida. El joven elefante comenzó a batallar con energía, con furia; coceaba, pisoteaba haciendo temblar los cimientos del reino con sus pesadas patas a la vez que lanzaba bramidos que helaban los huesos. Pero la estaca estaba bien clavada, y la cuerda era muy gruesa. Manabu no conseguía soltarse ni de una forma ni de otra. Entonces le entró una rabia desesperada, bramando angustiosamente contra el cielo, agotándose en el esfuerzo.
Y de repente, una mañana, Manabu se tranquilizó, ya no volvió a tirar de la cuerda, ni a lastimar el suelo, no volvió hacer temblar las casas con sus gritos. Entonces el amo lo soltó. Manabu pudo entonces ir de un lado a otro, llevando un barril de agua, montando a los niños en su lomo, saludando a todo el mundo y haciendo diferentes servicios a la comunidad. Fue libre y feliz.
Nakagawa, tu pensamiento es como el de un elefante salvaje, le dice el viejo maestro a su discípulo. Coge miedo, salta en todas direcciones y grita a los cuatro vientos. Tu "atención" es la cuerda, y tu "objetivo" es la estaca clavada en el suelo. Serena tu pensamiento, domestícalo y conocerás el secreto de la verdadera libertad.
Cierra los ojos e inspira, espira, sin cambiar cosa alguna, tú eres esa respiración, que viene y que va, que sube y baja sin cesar....
Observa sin impaciencia, sin ira, sin juzgar con benevolencia y neutralidad... esa respiración que viene y que va. Si deseas moverte, dar patadas, gritar, contempla tus pensamientos, tus emociones que te sacuden y te arrastran pero tu no vas con ellas porque las cosas vienen y se van. Deja que las cosas vengan y deja que se vayan. Y todas las iras, todas las estacas y cuerdas se disipan como el humo, y vuelves a mirar tu aliento que viene y que va... abre los ojos, eres libre.

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